Ejercicio: Carta de Amor

Estas cartas, inspiradas en algunos términos de "Fragmentos de un discurso amoroso" de Roland Barthes, no tienen destinatario.
Son ejercicios y por si al lector le quedan dudas, va este epígrafe de remate:

“Soy autobiográfico de igual manera que un sueño transforma las experiencias y las emociones todo el tiempo”
Ingmar Bergman. NYT. 30.4.1995
I
Mi amor:
No creo que un libro sin dedicatoria haya sido el mejor regalo, pero dejame que te explique qué me llevó a hacerlo. Ante todo, el libro mismo. Es mi todo, te di a mí mismo en él, porque no fue el azar el que me llevó a elegirlo. Allí estábamos los dos, dedicados uno al otro, en gestos sacrificiales que pude ver deslizarse en sus páginas, como la atadura de Isaac. Y vos sabés de mi agnosticismo, pero sólo una intervención milagrosa podrá desatar lo que está tan unido entre nosotros. Un libro como éste, sobre el amor mismo, puede y debe ser eso, un texto al que no se le superponga otro texto. No quería hablar del amor y sobre el amor, porque eso es lo que hacen los amantes justo allí cuando perciben próximo el fin de la fascinación y el comienzo del desencantamiento. Entonces las palabras quieren o pretenden llenar, hablando del amor, una deuda que si se cristaliza devendrá exigencia, protesta, queja, y de extremarse, traerá la falsedad y la mentira.
Pero, ¿por qué la deuda en esto de sentirse amado? Esto es muy personal, mi amor. Te lo confieso. Es la deuda de la soledad, la sensación de envejecer aislado, la pérdida de sentido que me acecha en cada anochecer, justo cuando estoy entrando en lo que debería ser cobijo y se transforma en trampa: mi propia cama. Antes pudo haber apuro cotidiano, el mareo del alcohol, una cena abundante y hasta una buena lectura, pero si nadie me abraza, me mira o se deja mirar cuando se desviste en su gesto más ingenuo, ya sé lo que me espera. Los fantasmas del insomnio se preparan y regocijan, el sobresalto seguro tendrá un instante en la noche y vendrá el despertar solo, solo. Sin cuerpo, sin olor a piel próximo, me fastidio y no pocas veces hasta un sollozo queda ahogado en la ducha matutina. Eso es no tenerte. Eso es no sentirte.
Por eso, porque mi amor no es fetiche, no llena lo que falta, sino que es en sí, lo que está y no admite otros gestos, es que esta carta no dedicatoria acompaña a un regalo, que soy yo, para vos, todo.
No es sobre el amor, es el AMOR mismo.
II
Querida:
De qué otra forma comenzar, sino haciendo referencia a esta catástrofe. Este atolladero, al que ninguno de los dos le ve salida, lo vivo con una resignación activa que me corrompe lentamente por dentro, me corroe como si yo mismo fuera un metal oxidándome al aire. Me recuerda los marcos de las ventanas que dan al mar, de esos balnearios que nos gustaba visitar juntos, cuando el sol del verano revelaba impiadosamente el paso del tiempo, el largo abandono del invierno y la indolencia de aquellos que debieron ocuparse de proteger esas expuestas superficies. Y no lo hicieron. Como vos y yo. Dejamos que esto que nos unía se fuera deshilachando.
La ternura, que siguió a la pasión que nos dominó y nos tuvo raptados tantos años, también ella fue perdiendo sentido. Ni siquiera rompimos en sollozos en nuestra despedida. Por eso la palabra catástrofe pueda parecer exagerada. Su sonido convoca dramatismo, pero vos sabés que no soy de los que quieren impresionar con las palabras, pero hay algo que me atrae de ésta: catástrofe. Es que no debería sorprender cuando uno analiza las condiciones de su creación: un tsunami, un tifón, un huracán y hasta el calentamiento global parecen ser inevitables, y quizá sea cierto, pero eso no quita que los hombres puedan evitar agravar sus consecuencias, si se ocupan de ello. Y eso no lo hicimos. Vos no. Yo tampoco. Dejamos que el frío irrite esa tercera piel que habíamos generado juntos, esa especie de membrana que nos hacía parecer invencibles, imparables. Nadie veía cómo se iban dando las condiciones de un terremoto silencioso, que en breve iría a inundar todo con su empuje en el mar, quebrando terrenos, dejando lóbregas tierras que antes eran dulces, y haciendo que las construcciones más sólidas parecieran meros juguetes que dedos gigantes demolían sin piedad.
No sé qué decir de mi amor. Pareciera haber sido inundado por esas monstruosas realidades que nos trajo la vida. Y ahora no recuerdo qué era amar.
Me sale una lágrima, triste, melancólica, como la que ayer se me escapó en esa escena en que él le decía que no la amaba, pero le mentía. Ella lloraba. Sabía del engaño. Así es esto. Ninguno de los dos puede asegurar qué es verdad y quién miente.
Estamos así, lejos, ahora sólo una carta que alguien podría llamar de amor, puebla este páramo de silencio. Me fui y vos te retiraste antes todavía.
Te quiero, pero no lo sé.

él yo

Somos dos luchando y conversando
rebatimos argumentos con ecos insomnes
desfilamos en sendas tanquetas acorazadas
rebotando disculpas quejas clamores
sin voz dosificación del aire restante
nos impedimos el sueño, el paladeo, el instante
rechazamos el éxito, la alabanza, el halago
nos sumimos en abigarradas intestinas
desproporcionadas
amenazas

y vencer es un acaso
ser vencido imposible
nos confundimos
somos uno

Yo

me deshago con cada tierno abrazo
eje, plexo, centro solar
lava, marejada, salto al vacío de corazón
sin cordel ni aparejo
fe o fue
conmigo mismo

Él.