Crónicas poéticas y en prosa de un viaje

No es un diario de viaje. Su orden no responde a cronología ni orden alguno.
Son retazos de un recorrido que abrió puertas en mí (Gracias Proust).


Viena
(a Salzburgo)


Me siento anónimo
en la estación alejada de todo
lo conocido
aún cuando me deje arrullar por mis audífonos en francés
los letreros: SIGNOS SIN LENGUA
no tapan el viento frío
desatado en la inestable primavera
(sí, la primorosa estación del amor)
altavoces
trenes que bufan al llegar y partir
me silban anunciando su apuro
interminables gastando vías
sólo el océano es un freno
el momento del pasaporte
qué diga quién soy
aunque ése ya no sea
yo
ni por asomo
en ningún idioma.

PRAGA

Dios está (escondido)
de mí
en esta ciudad repleta de iglesias parroquias capillas santuarios catedrales
sacristías y sinagogas,
Me despierto a las cuatro menos cuarto
no estás
cuando no respondo ofensas para evitar más
no aparecés
en el momento en que deseo algo
no figurás
al escribir esperanzado por una respuesta
desaparecés
cuando creo que podré cambiar
ni siquiera te reís
si prometo lo incumplible
no me retás
mientras hago cosas impropias
no escuchás
mis peores conversaciones internas
no las censurás
¿dónde andás?
te veo de barba en una cruz
subido al regazo de tu madre
vacío en el tabernáculo
sufrís sufrís sufrís (por los que imploran)
pero yo
no lo sentía tampoco allá
en Jerusalén
cuándo te pedí por la paz
rogué por mi hija
creyendo que no aguantaría
pero no fue a vos
no estás
ni estuviste (en mí)
cuando íbamos al templo
(de Paso)
o comíamos algo diferente
hablaba hebreo
soñaba con la leche y la miel prometida
repleto de mí (vos no estabas)
nada
escondido
entre millones que te adoran.

No yo.

Perdón,
es más fuerte que yo.

PALACIO SANS SOUCI
(sin preocupaciones)
Potsdam, Alemania

La princesa hizo poner timbres
al costado de la puerta
un impulso moderno y eléctrico
para llamar al ujier la modista al asistente o el mozo
ningún timbre para el príncipe
sus pezones, timbres intactos que el frío mantenía insensibles
inútiles
ella clamaba
pero él ya estaba en otro palacio
dónde desplegar su lujuria
mientras ella, preocupada
se quedó con muchos timbres
sin tocar
que inútil esfuerzo, eléctrico
moderno.

Polvillo

Las ciudades tienen capas. Así lo revelan sus historias. Los fundadores o colonizados, los conquistadores con los compradores de espejitos, aquellos que montaron obeliscos y los que permitieron que el polvo tape sus restos. Así cada ciudad es, un poco, montículos de seres vivos y sus cenizas. A veces son reconstruidas en esculturas o placas recordatorias diseminadas. Algunas muy pequeñas.
Pero también tienen cicatrices que no respetan las alturas.
Buenos Aires tiene la avenida Rivadavia, que la tajea de lado a lado creando el doble discurso, de un lado un nombre y sólo cruzarla para mágicamente estar en otro.
Hoy en Praga encontré la sutura, el recorrido que ninguna guía visual muestra. Son escondidos diques de metal, metidos en el piso empedrado, corriendo paralelos a la costa del Moldava esperando frenar su furia en la próxima crecida. La última vez que se desbordó, cuentan, se había quebrado el gran badajo de la campana de la Catedral de la ciudad, la indisimulable señal de desgracias por venir. Ahora este dique podría evitar que la inundación haga los estragos que hizo hace ya ocho años. Ahora sólo dejaría bajo el agua algunos edificios muy próximos a la ribera, esos que veo desde la ventana de mi hotel. Me impresiona darme cuenta que si hoy empezara el desastre, casi por casualidad, quedaría del lado seco.
A Berlín la surca el muro, hecho memoria en forma de senderos mínimos de adoquines enclavados en calles que hoy son tan cosmopolitas. Sólo quedan restos de concreto y hierro en unas pocas calles, los que la ira oriental y occidental no llegaron a desmantelar en unas pocas horas. Es una ciudad sutilmente fragmentada, sin guardias ni torres de control o checkpoints. Pero sus habitantes pueden percibir sus fantasmas en las noches de lluvia y bruma.
Así también las personas estamos surcadas por esta doble perspectiva. Altura y cortes. Proyectados hacia arriba, nuestro cuerpo expresa la acumulación de la vida. Los ruidos y dolores, nuestras pequeñas o grandes marcas en la piel testimonian la furia de las inundaciones, dobles discursos y los puntos de cruce en que la historia nos impuso las pruebas más duras, las que escondemos aún estando desnudos. Nadie las puede ver, están metidas en la carne. Profundo.
Las guías las esconden y los manuales de anatomía tienen esa página en blanco.

Barrio Judío
(Praga 6 de mayo 2009)

Me parece haber estado ya
entre relojes con letras hebreas
que Apollinaire introdujo en versos
una historia que corre en reversa
de muerte a vida
del cementerio y la shoá
a lo añorado y perdido que descreo
vuelto relato de víctima
un escozor que siento
frente al derecho del asesinado gaseado
esa identidad inversa
del foso al castillo y ciénaga hasta el altar
discurso gastado introducido a la fuerza
en esta audioguía con acento español
me lleva desnudando lo artificial del relato
la Praga museo de museos
por obra y gracia nazi
coleccionistas obsesivos de nombres y objetos
guardaron restos de su atroz poderío
pero al Gólem
no pudieron hallar en las callejuelas
se deshizo del nombre
aún cuando quizá
en este antiguo empedrado
sea lo único cierto
lo demás no estoy seguro
de poder creer


ISLA DE LOS MUSEOS (SEGUNDO DÍA)
BERLÍN

En cada esquina un acordeón
otro hace música con copas de agua
el río corta
lo bestial que los puentes unen
guillermos y federicos, prusianos y germanos
soberbia de traerse un continente entero
encerrarlo en un museo
para el deleite de Europa
pura vanidad del conquistador
aliado del arqueólogo pavoneando su monóculo por los mercados
examina al microbio colonizado
a espadazos expropia los templos que cruzan los mares
luego caerán en bombardeos y raides
mostrando lo inferior del altivo
la violencia del académico
lo dionisíaco de la quietud
escondido en cada piedra
columna y mascarón.


PRIMERA NOCHE (PRIMER DÍA)
Hotel Circus
Berlín

El viaje de los ojos
recorre los pies caminantes
opulentos de tanto engorde visual
interminable cansancio
que impone la gula
de quien quiere llevarse todo
adentro.

BODE MUSEUM
Berlin

Una armonía
paralela a la naturaleza
una pincelada o una letra por demás
la realidad invadida por la obra
ahogando su decir
audacia
posando el encuadre
sin justificación representada
el museo abstracto
lúdico
donde lo cierto no importa
la retina y el oído
dejan caer sus goteos
cámaras de aire puro
olvidadas de su origen
dedican su sentido
sólo al goce.
Nada más importa.

CUMPLElejos

No puedo evitar
haber nacido el que soy
menos en el día de mi cumpleaños
peor todavía en un lugar tan lejano
como éste
donde los parloteos son extraños
me extravío
claramente me vuelvo
veo en ellos
lo que no soy
bebedor de cerveza
musculoso
resistente al frío
adverso al silencio
me miro y canto en mi idioma
alto
por esta calle oscura
de la adolescencia remota
como mi gente
amigos
amantes
traidores
respetuosos
devotos
todos
son ahora un amasijo memorias
escucho mis pasos mientras llueve en esta strasse
la pareja fuma en la ventana
veo que me ven
pero me ignoran
en esta ciudad de silencio
capas de lluvia sobre retazos de historia
se mezclan
hoy
es mi cumpleaños cuarenta y nueve
a sólo uno
sin saber cómo estaré
ni con quién
y eso
me gusta.

Madrid(breve conexión)

No entiendo qué
me fascina de las fuentes y cursos de agua
artificiales:
las estatuas
sus caídas ruidosas
cómo sube de nuevo
los ductos secretos
el reciclado,

nunca es cambiada
pero parece otra cosa:
límpida, fluida, transparente
corre aire a su alrededor
refresca la vista.

Por algo todas las ciudades tienen una
o más (muchas más)
para hacer creer que algo cambia
cuando todo sigue en su lugar
quieto
inmóvil
siempre el torrente observa el mismo horizonte
cómo el que las mira y aprecia.

Algunas mágicas
hacen regresar a uno
(a cambio de una moneda)
para que el tiempo no se esfume
corra
sólo en apariencia.

Praga
(un día de sol)


En los jardines de Petrin
la ciudad finalmente
me consuela
hicieron que ascendiera furioso
disfrutara de un remanso de agua con murmullo
reconociera el paisaje que hasta entonces
me agobiaba
ciudad de torres y almenas, palacios a horcajadas de catedrales con iglesias
montadas sobre puentes, relojes campanarios cementerios
que no dejan respirar
Pero aquí arriba el aire hace fuerza
por serenarse
El verde se deja bañar por el sol
los pájaros vuelan sin pedir permiso
a la piedra rococó barroca gótica con estatuas de bardos santos mártires apóstoles jesuses
acá los turistas se evaporaron
deshabitaron los senderos
el rey ya no impera
su dinastía dejó en paz un rincón
para el mundo (por fin)
la vista límpida
de todo lo que me reclinaba
ahora es un punto
una mancha en orden
puesta ahí
para disfrutar.

Sin pan y sin trabajo


Un obrero sin trabajo, una ventana a la que le faltan los vidrios de una casa desnuda, la fábrica cerrada, las herramientas ociosas que están sobre la desolada mesa sin pan, en medio del despojo de un hogar que no parece tal porque en él faltan la calidez y la alegría. Hay un puño cerrado por el enojo contenido y el gesto de la impotencia individual por lo que sucede y no se puede modificar. La madre encogida con el niño en brazos, su pecho ya sin leche; su rostro, el del desaliento y la desesperanza.

Esta pintura, terminada próxima a la crisis de 1890, fue realizada por Ernesto de la Cárcova en Roma, cuando apenas tenía 25 años.

Uno se pregunta cuando recorre la Autopista Illia, al ver esas imágenes aéreas de villas pegadas a los paredones de los countries –mientras atisba los detritos humanos de la sociedad posmoderna, líquida o gaseosa, que se agolpan en los márgenes de las orgullosas urbes– si no habrá muchos hoy que miren así, que estén contemplando con sus puños cerrados la desolación de la falta de oportunidades y, para peor, la (no) herencia que dejarán a sus hijos. Miran con esos ojos encrespados, ojos que resisten las lágrimas, sólo por aquello de que “los hombres no lloran”. Hoy tendríamos que agregar a las mujeres, que valientemente abandonan el lugar meramente sacrificial de este cuadro, de pasiva resistencia al destino trágico y salen a buscar sustento. Recorren el camino del trabajo, para volver a su casa y hacer más trabajo aún, dado que la realidad social de los roles todavía no terminó de adaptarse a los cambios que impone el mundo.

El trabajo no es un beneficio que nos otorga la sociedad, se trata de un derecho constitucional. La justicia social no está dada solamente por el reparto de bienes –que podría verse como una nivelación en la capacidad de adquisiciones materiales–, sino en la posibilidad que se le brinda a cada uno de realizar su potencial en el mundo. El trabajo, al ser el ámbito privilegiado de expresión del comportamiento dirigido a metas, que permite usar plenamente la capacidad subjetiva de decisión y juicio, se convierte en una parte indisoluble de la realización como individuo, a la par que como miembro de la sociedad. Por eso el trabajo rebasa el ámbito de lo individual para dirigirse al de la acción política cuando éste se halla cercenado. El proyecto personal, impotentizado en esta imagen, no queda retenido al hogar: estalla en la calle, prenunciando la llegada del “obrero” que inundaría la “Plaza” muchos años después.

Tiempos difíciles aquéllos, no menos que éstos, sólo que ahora una extraña cosmética matemática trata de ocultar con mágicos índices la oscura verdad de la pobreza, la indigencia y el hambre que nos rodea.

Hace muy poco el cardenal Bergoglio afirmaba que “hay gente que sobra” y que es dejada de lado como “descarte” en “verdaderos volquetes existenciales”. Pero a su vez –y se trata de un tema no menor– recordaba que quienes estaban allí, en esa reunión, podían mirarse y reconocerse en esa mirada, lo cual contrastaba con la nadificación a la que son sometidos en lo cotidiano. Muy cercano a la idea que plantea el filósofo Emmanuel Lévinas, citado por Diana Sperling en su libro Filosofía de Cámara (1). La ética precede al ser, afirma Levinas, ya que el encuentro con el tú es verse a los ojos del doliente, del que implora, de quien requiere del Yo responsable. La ética, afirma la autora, “tiene estructura de boomerang (2): la piedra que se arroja vuelve. Y no hay dónde esconderse”. Los volquetes existenciales son los lugares a los que enviamos como sociedad a quienes no queremos ver, y menos aún que nos miren a los ojos, ya que su condena nos inundaría de vergüenza.

Las lecturas partidarias obnubilan la visión de lo que debemos enfrentar: la pavorosa presencia de la inhumanidad de lo humano que este cuadro nos revela, en un espejo que trasciende el tiempo, volviéndose temiblemente actual.

1 Mármol/Izquierdo Editores, 2008, Buenos Aires.

2 En itálicas en el original.