Mis ventanas dan a un jardín
ocho pisos abajo
amortiguados los ruidos colectivos
la furia de las aceleradas
y las frenadas chillonas
escucho lejanas construcciones
sierras martillos y amoladoras
metales golpeando metales
ecos de algo que apenas veo
y el goteo, dentro
esa canilla imperturbable
se opone tímidamente
en tanto el sol reaparecido
increíble, tibio, amoroso
me cierra los párpados
tirados en mi cama
para escuchar en tanto silencio
los sonidos de mi alma
respirando bajito
para dejar hoy por un rato, fuera
esa angustia tan ruidosa.

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