Mundo tenue

Me parece que el mundo está atado con hilos demasiado tenues. Quebradizos. Cómo si todos ellos fueran el último pelito que le queda al hilo sisal cuando está por cortarse (aunque en el negocio de mi padre, no había nada más fuerte para atar los paquetes que el hilo sisal).
Todo lo que veo a mi alrededor vibra con el eco de algo efímero. Nada, ni el más potente avión como este en que estoy ahora volando, me hace sentir que estoy a salvo. Un llamado, una convocatoria imprevista y no esperada, algo está a punto de suceder.
Cuánto más me aíslo peor:
Más siento que el deseado silencio, se cortará en un trueno espantoso o un terremoto, y las paredes más sólidas se desplomarán. Por eso todas mis compras, no importa si son viviendas o cualquier objeto, hasta los artefactos más mínimos, los percibo revestidos de una espantosa sensación abismal. Empiezo a sentir que las posesiones se adueñan de mí y algo más se sumará a mi falible universo próximo. Ahora “algo más” demandará de mis cuidados y atención, para finalmente sucumbir en el fondo de algún tacho o quizá a una estantería como objeto antiguo de colección o cenizas de un incendio imprevisto (como casi todos) que llevará todo al infierno. Sin embargo, y por este mismo temor, me esmero en no romper ni perder nada, para una y otra vez ser testigo de lo imposible del esfuerzo.
Recuerdo los madrugones de sábado, los viajes en el ciento nueve y cierta soledad en las colas que se formaban en la puerta del Correo Central para poder hacerme de alguna estampilla nueva con el sello del día de emisión. Todo tan prolijo. Pero al mismo tiempo, la sensación de ultraje, de robo, de sacar a mis padres dinero para algo tan egoísta como una colección que ya ni siquiera recuerdo donde quedó (nunca el miedo es tonto).
El coleccionista ávido de más propiedades, quizá no logre tapar el terror de no ser, de terminar sumado algún día él mismo a su propia serie como un objeto más, como una antigüedad.
Y el mundo se mueve suspendido de esos últimos pelitos que le quedan al hilo sisal, tan fuerte para atar paquetes, tan débil cuando se va cortando lenta e imperceptiblemente, segundo a segundo…
Tengo miedo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y si los pelitos que se rompen son de alambre? ¿Y si el hilo no es sisal sino un cable de acero? ¿Y si aún rompiéndose la caída no fuera al vacío sino a otro lleno distinto?
Quizás en este mundo tenue nos hayamos cruzado alguna vez antes en nuestras vidas...yo también coleccioné durante un tiempo las estampillas de "día de emisión", tesoro que hace años ignoro dónde quedó, pero que no descarto que pueda exhumar este año de alguna catacumba de la casa de mis viejos, los 2 hilitos sisal que me trajeron a este mundo, y que se fueron cortando pelito a pelito hasta hace apenas un año.

Gracias por tu poesía, que más que del pensaMIENTO o del sentiMIENTO, nos hablan del pensa/sentiDIGOLAVERDAD.

Karina Macció dijo...

Tanto para decir! Qué bien uena tenue! cuántos hilos laberínticos!