¿Habrá un asilo de sentimientos, herrumbrados, solitarios, despojados de dueño; donde el amor no correspondido se limite a una salita con tevé (blanco y negro); el fracaso se pasee con bastón de tres patas; las ambiguas enfermeras imploren por quienes perdieron sus hijos, dejando que sus gritos se esfumen en medio de esa oscuridad de persianas bajas; y los lamentos de quienes estiraron sus vidas, para nada, vanamente, sean escuchados sin sentimiento por cuidadores eventuales, almas caritativas sin espesor?
Nadie se sobrecoge allí ante semejante desfile - tanto despojo de corazones – No pide un minuto de silencio en esa penumbra de puertas que no se abren. Nadie visita ese depósito. Ni siquiera los que sobrevivieron al hastío de este basural, para tirar de costado como quien no quiere (la cosa), el deshecho de los cuerpos trasegados de somníferos y ansiolíticos, los que impiden rozar la humanidad más finita,
casi ínfima
la que no logra despertarse en los vacíos pasillos y pide su desalojo de este asilo arrumbado.
Infierno de los acabados.

1 comentario:

Ricardo dijo...

hay un asilo así...en el interior de cada uno...supongo que podemos elegir herrumbrarnos y lamentarnos en él o edificarnos y gozar por fuera...
SF