Espera poco estimulante, sillón que no es para eso, amplifica el desamparo menos solícito. Eco de desinteresadas secretarias, tu caso es uno más: jajajaja, : y ya entiendo, : claro como no.
Ahora es mi turno, pero los pasos son del que no es, madera con zapatos nuevos, taconeo inútil. Una jornada se escurre, laboral sin producto. Se estremece a un lado el desahuciado, en la silla de mimbre desvencijada, moviliza y convalece dolencias: palabras asesinas con virus anónimos.
Tétricas miras, introspectivas (sin justicia), impiden la restauración o la cura. Mmmm (este sillón me deshuesa, me desmuscula), cuando uno no quiere, no pueden dos, sentencia. Asevera: in fine.
No puedo airear mis pensamientos, se aferran a esa madera, taconean entre mis ojos. Ahora es mi turno, pero lo pierdo en el mareo de no entender mi nombre. Ya no soy más que legajo. Este sillón se achica, como cuando las paredes se estrechan, mi vida se acorta, se angosta y me derramo líquido, mercurio deshecho. Ya cerró la ventanilla: jajaja: y ahora estoy ocupada.
Vuelva mañana. Si puede.

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