Escribir es un viaje entre una palabra y otra. En un extremo la palabra desata la recorrida, se espera la llegada al otro lado, a través de caminos que se van abriendo. Se bi furcan y se tri surcan. Más aún todavía: reversibles, borrables se construyen al paso.

Sentidos vacilantes ante la palabra próxima.

Un sustantivo es un llano: no se detiene el ojo.
El adjetivo: una serranía que invita a ser escalada.
En la bajada, el gerundio desliza: derrape sin paradas, picadas ocultas en el camino de ida.
¿O es otro el viaje? Recorrido de letras en las palabras, la alienación que se alinea en un cambio de lugar. Lo ajeno que se vuelve propio. Se aleja de mí, me abruma en los estribos a que acudo para cabalgar las palabras.
Las pego y las desabrocho: sexoprosa, di.amante, poemoroso, tri.quiñuela, cuadri.látero, difamina.
Escribir: incesante esfuerzo plácido por generar algo ido antes de llegar.
Cuando llega, es tarde para darse vuelta. El camino está hecho, o ya fue transitado por otro, un desconocido,

un precursor

en otro viaje.

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